Los objetivos nos ayudan a seguir hacia delante, hacen que nos esforcemos más, y con ello mejorar. Pero puede que esos objetivos se convierta en una carga insoportable, y alcanzarlos se convierta en una obsesión, y una carga. En el mountainbike los objetivos nos pueden hacer mejores ciclista, o conseguir que salir con la bicicleta sea más una obligación que una manera de disfrutar, y evadirnos de lo cotidiano.
Buscando objetivos di con una nueva prueba de mtb que encajaba con mis aspiraciones. Esta era la primera edición de la Sabiñánigo Oturia Extreme, una marcha que parte del emblemático pueblo oscense de Sabiñánigo (donde se da la salida de la célebre Quebrantahuesos de carretera), y que recorría el macizo pirenaico de Oturia en tres posibles recorridos. En primer lugar un recorrido "corto" de 52 kms con 1000m de ascenso, otro medio de 72, y por último, una auténtica barbaridad con 100kms, rondando los 3000 m de ascenso. Y este último sería mi objetivo, ambicioso, pero no descabellado.
Ahora quedaba el largo recorrido hasta alcanzar la forma necesario para llegar a la cita con garantías. Meses de madrugones, salida a medio día con un intenso calor, enfados cuando la climatología no te permite pedalear, y un largo etc de circunstancias que te hacen mirar a tu bicicleta con menos cariño de lo que los solías hacer.
Y unas semanas después, se acercaba el gran día. Viajecito en coche desde Cañete a Sabiñánigo y llegada al Hotel Ciudad de Sabiñánigo, muy recomendable por cierto. Me voy a comer algo y a esperar a mi amigo Javi, que viene desde Extremadura y tardará más. En una agradable cafetería, frente a una napolitana y un café empiezo a analizar mis posibilidades. He entrenado bastante, no lo suficiente (nunca se entrena lo suficiente). He hecho muchos kilómetros, pero no tengo tiempo para hacer largas salidas, así que no sé como reaccionaré ante un kilometraje tean largo. El desnivel el muy importante, pero ya me he enfrentado a situaciones similares, y con un peor estado de forma, pero en el perfil no se aprecia el tipo de terreno, así que la dureza puede ser mucho mayor de lo que parece sobre el papel.
Entre dudas y temores llega Javier, vamos a recoger los dorsales, y empezamos a analizar las opciones. Él ha entrenado mucho menos que yo, así que su objetivo es la ruta corta. Acordamos salir juntos los primeros kilómetros, que son el llano, y ya se verá lo que se hace. Cena de pizza deliciosa (de verdad, increible), un par de Guiness y a la cama.
Madrugón el sábado para desayunar tranquilo, ya que la salida se da a las 8:00. Me visto de romano, y nos encaminamos a la salida. Mucho nivel por allí.
Dan la salido neutralizada y hacemos los primeros kilómetros por carretera. Este rollito verano azul durará poco, abandonamos la carretera y empezamos a subir, al principio tímidamente, y tras cruzar un pueblo, encontramos una pista pedregosa que asciende a la sombra de un frondoso pinar. El camino y la pendiente no dejan avanzar con rapidez, así que en esos primeros kilómetros ya he decidido que mi objetivo de hacer la ruta larga es difícilmente alcanzable, así que opto por acompañar a mi sufridor amigo en esta primera subida, y luego hacer en solitario la ruta media.
Poco a poco, muy poco a poco, vamos ascendiendo hasta llegar al primer avituallamiento en el hermoso pueblo de Susín (km 13), no sin antes un subidón duro que obliga a mi compañero a echar pie a tierra. Parada de rigor para comer algo, y caída jocosa de mi compañero (a las imágenes me remito), eso es bajarse de la bici con estilo.
Tras el receso en el que comemos y bebemos algo, reemprendemos la marcha posicionados los últimos. Si, he dicho los últimos. Aún nos queda mucha subida, aunque no con grandes porcentajes, mi compañero va a tener que sufrir de lo lindo. Se suceden las paradas, los tramos a pie, y un esfuerzo titánico de Javi, que si bien no está en forma, demuestra una dureza mental impresionante.
En los 12 kms que separan el primer y el segundo avituallamiento las pasa canutas, pero el tío sigue. Yo le animo en lo que puedo, le digo que beba, que tome un gel de cafeína, y sobre todo que mire el paisaje. Es impresionante la belleza de las montañas del pirineo. Según vamos rodeando el macizo de Oturia divisamos picos hasta donde se pierde la vista, valles profundos y vegetación exuberante. Aquí aún es primavera, como lo demuestra el que la genista aún están el flor. Lo bueno de ir despacio es que puedo hacer alguna foto y darte cuenta de la grandeza de las montañas, y de tu propia insignificancia. Esto a ritmo de carrera, y con el cuchillo entre los dientes es imposible.
Llegamos al segundo avituallamiento, en el kilómetro 25, y reponemos fuerzas. Los que allí nos atienden amablemente nos dicen que ya nos queda menos, y después de comer algo (más de la cuenta) salimos con el objetivo de coronar lo antes posible. Este último tramo tal vez es el más duro de la ascensión, pero también el más bello. Rodamos por la cuerda de la montaña, con vistas a sus dos vertientes, entre prados alpinos y con la imponente montaña, por la que asciende serpenteando el intimidante camino que debemos seguir. Hasta ese momento pedaleábamos en zonas boscosas que no nos dejaban ver lo que nos esperaba, pero ahora se divisa el enorme desnivel que debemos superar.
Esto equivale poner una losa en la ya maltrecha moral de mi socio, pero entre paradas, alguna pateada, y el reportaje fotográfico que le hago llegamos a un punto en el que se puede ver el siguiente avituallamiento, muy próximo al lugar donde se corona, y donde yo debería desviarme para seguir y abandonar a mi sufrido compañero.
Llego al desvío y me informan de que no puedo seguir por el recorrido medio. Por motivos de seguridad han cerrado el control a las 10:45 (debían cerrar a las 11:30), ya que los primeros han llegado antes de tiempo y podríamos cruzarnos, ellos subiendo y los rezagados bajando.
Cabría pensar, qué decepción, pero llegado a este punto me he reencontrado con el Mountain bike, con quien andaba un poco a regañadientes tras tanto entrenamiento "por obligación". Estas maravillosas montañas, el buen ambiente con otros corredores y con la organización de esta prueba, y la compañía de un viejo amigo me han llevado a una conclusión que a partir de ahora convertiré en mantra "mountainbikero", "que un objetivo no te estropee una gran ruta". Obviamente esto no tiene mucho sentido para un corredor de cierto nivel competitivo, pero para la mayoría de nosotros es perfectamente aplicable.
En este último avituallamiento hay varios bikers con los que comentamos las mejores jugadas, y los que conocen la zona nos informan del festival que nos espera. Después de un kilómetro de subida, y tras la parada para celebrar con mi colega que lo más duro ya ha pasado, incluyendo la compañía de unas vacas perezosas que no hay manera de apartar del camino.
Tras esto, empezamos a bajar por una pista pedregosa, hasta que la abandonamos para tomar un sendero que es un auténtico parque de atracciones para cualquier biker que se precie. Un single track 99% ciclable, de 10 kms, y que desciende 1000m en vertical. Aquí descansan las piernas, pero son los brazos los que sufren el castigo ya que debemos hilar finos para que la fiesta no se convierta en tragedia.
No es que el sendero sea peligroso, pero sí lo suficiente técnico par exigir mucha concentración, y mantenerla durante tantos kilómetros no es fácil. De hecho en una zona de frondoso bosque, donde la visión no es muy buena, mi compañero vuelve a besar la lona. Esta vez la caída le cuesta una fea herida en el dedo, pero eso no es problema para un guerrero.
Por desgracia el sendero no puede ser eterno, y llegamos al tramo llano que hiciéramos al comienzo de la prueba, pero en sentido contrario, con algunos sutiles cambios. Antes de llegar a Sabiñánigo pasamos por un curioso tramo en el que atravesamos una gravera, y dos pequeños túneles muy oportunamente bautizados como "rompe cuernos". Últimos kilómetros y llegamos a meta.
Allí la gente del Club Ciclista Sabiñánigo nos está esperando con bebida, y una reconfortante comida a base de pasta y judía que ponen a tono nuestros maltrechos cuerpos.
Ha sido una jornada de MTB genial, con muchos kilómetros de disfrute, en un entorno maravilloso, en un ambiente ciclista genial, y en compañía de un muy buen amigo.
Puede que mi objetivo de hacer la ruta larga de 100kms se haya frustrado, pero he disfrutado mucho de mis 52kms, así que no hay lugar para la decepción. Ha sido un gran viaje, del que he disfrutado mucho, y en el que me he dado cuenta de mi único objetivo sobre una bicicleta, disfrutar del momento de estar allí, en la naturaleza, fluyendo por ella, y si es en buena compañía mucho mejor. Así que lo dicho, no dejéis que un objetivo, sea un kilometraje, una posición en la clasificación general, o alcanzar un paraje supuestamente idílico, te estropee una buena ruta.
